"Siempre hay una primera vez para todo, recuérdalo muchacho: para todo". Parecía que mi abuelo me volvía a decir con su inigualable voz cavernosa a fuerza de tanto fumar; y parecía que yo seguía ahi, a mis siete años y en medio del so lar, agachado y arrepentido como un sentenciado a muerte por haber fumado a escondidas uno de sus faritos...
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