El cuidado de la "casa común" propuesto por el papa Francisco plantea una revisión de la orientación económica de la globalización y una reflexión sobre sus consecuencias sociales y culturales. Jorge Mario Bergoglio revalida su puesto como autoridad moral.
Cuando el 15 de mayo de 1891, en plena Revolución Industrial, el papa León XIII publicó su encíclica Rerum Novarum cayó sobre él una lluvia de críticas e ironías. Algo parecido sucedió cuando, años despues, Pablo VI hizo pública la Populorum progressio, donde abordaba con valentía el problema del desigual desarrollo de los pueblos y fue acusado de "tercermundismo". Casi idénticas reacciones provocó Juan Pablo II con la Centesimus annus ( publicada en 1991) y sus acertados análisis sobre los acontecimientos de 1989.
A estos pontífices se les reprochaba su injerencia en terrenos reservados a la política o la sociología, como si la Iglesia tuviera que renunciar a acompañar a los seres humanos en su camino histórico. Ella que es - como afirmó el papa Montini (Pablo VI) en su histórico discurso a las Naciones Unidas en 1965 - "experta en humanidad" y que siente la necesidad de denunciar los errores e iluminar los destinos del hombre.
Con su "Laudato si" el papa Francisco enriquece el magisterio social de sus predecesores con un asunto hasta ahora solo tratado de forma marginal: la ecología o, como él dice en el título de su escrito, "el cuidado de la casa común". Lo ha hecho porque está convencido de que "el ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en catástrofe, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversos países".
La encíclica es un documento complejo en el que Jorge Mario Bergoglio y un grupo diferenciado de colaboradores - científicos de diversas áreas, economistas, teólogos, historiadores - ha trabajado durante mucho tiempo y ha producido diversos borradores. El último de ellos fue corregido hasta el detalle y aprobado por el pontífice argentino en abril. No se trata, pues, de un texto apresurado sino muy reflexionado. El Papa, por otra parte, no quería retrasar más su publicación porque, como ha declarado, su objetivo es provocar una toma de conciencia colectiva que obligue a adoptar decisiones drásticas en esta materia. Es lo que espera de la Cumbre Mundial del Clima convocada por la ONU en París en diciembre.
El primer capítulo de la encíclica es el más descriptivo y el que recurre a los frutos de la investigación científica actualmente disponible. Se centra en diversos problemas como la contaminación atmosférica y la producida por los residuos tóxicos ("la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería"); el cambio climático "que plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad"; la cuestión del agua, bien indispensable pero cada vez más escaso, por lo que "es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo"; la pérdida de biodiversidad, "el cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato porque cuando solo se busca un rédito económico rápido y fácil a nadie le interesa realmente su preservación"; el deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social ("el crecimiento de la violencia y el surgimiento de nuevas formas de agresividad social, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, la pérdida de identidad"); la inequidad planetaria, ya que el deterioro del ambiente y de la sociedad afectan de modo especial a los más débiles
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados