En esta primera década y media del siglo XXI, se viene afirmando en América Latina una agenda de derechos y de políticas de inclusión social y cultural que ha producido una expansión de los sistemas educativos considerable. Sin embargo, la expansión se produce en momentos de caída de la legitimidad de la institución escolar y con múltiples desafíos respecto a cómo procesar la inclusión educativa. Adicionalmente, el trabajo docente se define en la tensión entre las vicisitudes del empleo público, la precarización de recursos, el poder sindical y los dilemas de la profesión de enseñante. En varios de estos terrenos se juega la posibilidad de repensar la educación pública en la región.
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