México
Parafraseando a Walter Benjamín: Ya no se sueña con la flor azul.
Quien hoy despierte como Enrique de Ofterdingen debe haberse quedado dormido.
La historia de los llamados derechos sociales aún está por escribirse, y abrir una perspectiva en ella, como la caja de Pandora, significaría asestar un golpe decisivo a la superstición de su encadenamiento al jusnaturalismo mediante la iluminación histórica. No debiera soslayarse que todos esos derechos eufemística y técnicamente enunciados como económicos, sociales y culturales (DESC) son también variantes de una de historia sin futuro. La estadística de estos derechos penetrará, más allá de la amenidad del paisaje anecdótico, en la aridez de un campo de batalla. Los derechos han ordenado guerra y la guerra ha dispuesto, desde tiempos primitivos, lo justo y lo injusto, e incluso las fronteras mismas del Derecho. El derecho a la salud ya no abre una azul lejanía. Se ha vuelto gris. La gris capa del polvo viral sobre las cosas es su mejor componente. La salud, entre otros derechos vitales, es ahora una vía directa a la banalidad. De una vez para siempre, la técnica revoca la imagen externa de las cosas, como billetes de banco que han perdido vigencia. Ahora la mano se aferra a esta imagen una vez más en el sueño del desastre y acaricia su decadencia a modo de despedida. Como veremos nada es tan reciente ni tan antiguo: la enfermedad está en todas partes.
Paraphrasing Walter Benjamin: It is no longer dreamed of the blue flower. Anyone waking up today like Henry Offerdingen must have been fallen asleep. The history of the so called social rights is yet to be written, and opening any perspective in it, like a box of Pandora, would mean to give the coup de grâce to the superstition of its link with natural law by means of historical light. We should not evade that all those rights, euphemistically and technically stated as economic, social and cultural (ESCR) are also variants from a history without future. The statistic of these rights will penetrate, beyond the amenity of an anecdotal scenery, into the barrenness of a battlefield. The rights have commanded war and war has determined, since primitive times, what is fair and just, even the limits of rights themselves. The right to health does not open a blue span any more. It has become gray. The gray layer of viral dust upon things is its best component.
Health, among other vital rights, is now a way direct to banality. Once and for all, the technique revokes the external image of things, just like banknotes that have lost their validity. Now the hand clings to this image once more in the dream of disaster and caresses its decadence in a farewell. As we will see, nothing is too recent or too old:
illness can be found everywhere.
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