A este hidalgo extremeño, de los de escasa fortuna y fuerte brazo, le tocó en suerte uno de los episodios más desconocidos y apasionantes de la conquista de América. Así lo quiso y eligió él, dirigiéndose al lugar más remoto del Nuevo Mundo donde se topó con una orografía en extremo dificultosa, unos indios aguerridos como pocos -los mapuches del sur o araucanos, como les denominaban los españoles entonces- y no precisamente con abundancia de oro ni plata.
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