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Resumen de Carta de América : Del insuperable racismo interno al acuerdo con Irán

Jaime de Ojeda y Eiseley

  • Mientras el mundo observa la tensión racial que pervive en EE UU, Obama hace su "sprint" final en el exterior: si Nixon se acercó a Pekín y Reagan a Moscú, el primer presidente negro convence a Teherán.

    Nada hay más difícil de explicar en Estados Unidos que la lacra que ha dejado la esclavitud en su sociedad. La cuestión racial ha vuelto a brotar a la superficie del debate nacional tras un año en que se han sucedido, en excepcional número y continuidad, extraordinarios casos de brutalidad policial y discriminación penal contra la minoría negra de la nación, que han culminado en la tragedia sufrida el 17 de junio en la iglesia "madre" de los negros de Charleston, en Carolina del Sur.

    Curiosamente, la elección de un negro a la presidencia del país, que muchos creían simbolizaba el fin de la discriminación racial, ha exacerbado en realidad la rabia mal disimulada que yace a flor de piel entre muchos sectores blancos, y no solo en los Estados sureños, donde siempre ha sido particularmente endémica. Es cierto que la minoría negra es en su gran mayoría uno de los sectores más pobres de la nación, entre los que predomina la criminalidad, el uso de armas de fuego, alto consumo de drogas y alcohol, la disolución de la familia, la ignorancia, la pobreza y la falta de escuelas. No es menos cierto que esos barrios, que en muchas ciudades son auténticos guetos, han surgido como producto de la discriminación racial y de la resultante falta de oportunidades laborales y empresariales. Esta triste y trágica situación social alimenta poderosamente el mito esclavista de la superioridad racial de los blancos.

    Equilibrio con Irán Por mucho que la opinión pública se haya visto centrada en el problema racial y en el arriado de la bandera confederada en el Capitolio de Carolina del Sur � una enseña que en tantos lugares del sur, públicos y privados, ha sido el símbolo del rechazo de los derechos civiles consagrados en la Ley de 1965 �, toda la atención de la nación se cierne sobre el acuerdo que tras cuatro años de negociación se ha conseguido con Irán. Ante todo, es interesante que el acuerdo no se ciña estrictamente al marco inicial de abril de 2014, sino que incluso aclare algunas de sus ambigüedades. Sin entrar en los complejos detalles del acuerdo, su común denominador es una importante limitación de la capacidad atómica de Irán durante periodos de 10 años (centrifugadoras), 15 años (depósitos de uranio y plutonio), acompañados del estricto sistema de inspecciones que especifica el protocolo adicional del Tratado de No Proliferación, al que Irán se adhiere permanentemente.

    El acuerdo se proyecta sobre todas las partes del procedimiento, desde la extracción minera del uranio, las diversas fases de su progresivo enriquecimiento y sobre toda su infraestructura, incluso las bases militares. El acuerdo con Irán no es un tratado, es un plan de acción conjunto. Si lo violara durante ese periodo, se calcula que necesitaría aún un año para producir la cantidad de uranio enriquecido capaz de fabricar un ingenio atómico. Los que condenan este plan señalan que de esta manera Irán podrá convertirse eventualmente en una potencia nuclear, pero olvidan que en este momento Irán ya es lo que se llama una "potencia en el umbral nuclear". Si no fuera por este acuerdo, Irán podría dotarse de un arma atómica tras solo unos meses. De esta forma, el acuerdo lo único que hace es posponer durante 15 años lo que es hoy una realidad ...


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