Ya desde la segunda mitad del siglo XIX el Martín Fierro y la literatura gauchesca se presentaron como un fuente apropiada para el estudio de la lengua en los territorios rurales de la pampa. Los primeros autores europeos solucionaban así el problema de la distancia espacial, los autores locales que tomaron la posta en el siglo XX resolvían con ello la distancia temporal con su objeto de estudio. Pocos autores se cuestionaron la legitimidad de recurrir a textos literarios como reflejo del habla. Los nuevos planteos sobre las tradiciones discursivas ofrecen otro enfoque posible para retomar esta tradición historiográfica. El presente texto clasifica las correcciones que, con una clara conciencia del género, el mismo José Hernández hizo de su obra en una edición posterior, para determinar así algunos rasgos lingüísticos típicos de esta tradición que el autor elimina o agrega a su obra tras el éxito editorial de las primeras ediciones.
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