El oasis catalán ya no es lo que fue en los años 80 y 90. En la última década se ha abierto una grieta que amenaza seriamente la convivencia en una comunidad en la que nacionalistas y no nacionalistas habían convivido sin problemas, y en la que el independentismo era un sentimiento minoritario. Ahora, después de la sentencia del Constitucional sobre el Estatut y de que el soberanismo haya defendido la independencia como salida a la crisis económica, la sociedad catalana está partida por la mitad. Una polarización que se ha reproducido en los dos partidos que cosían Cataluña a España, el PSC y CiU, y que han desplazado a un papel minoritario las voces que defienden un nuevo encaje para esa comunidad y una solución dialogada.
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