La Revolución Filipina, iniciada en Manila en 1896, repercutió en el sur del archipiélago tardíamente, cuando España ya había claudicado ante Estados Unidos. La nueva situación política norteña y especialmente el vacío de poder transitorio provocado por la marcha de las autoridades españolas, motivó en Mindanao una pugna entre los diferentes colectivos sociales y las autoridades locales por redistribuir los roles en la nueva realidad sociopolítica. Gracias a la correspondencia que los misioneros jesuitas mantenían con su jerarquía, podemos conocer esas revueltas acaecidas entre finales de 1898 y principios de 1899, cuyo primer epidosio fue la insurreccción de Baganga.
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