Desde tiempos inmemoriales el movimiento de pueblos y el intercambio cultural han tenido un papel extraordinario en la conformación y transformación de las civilizaciones. De hecho, la inmensa Eurasia fue atravesada por un dilatado complejo de rutas terrestres y marinas por las que con el tiempo transitaron tanto mercaderes, guerreros, filósofos y misioneros, como ideas, ambiciones y culturas. A través de aquellas vías-agrupadas en la denominación "Ruta de la seda"-, el cristianismo primitivo se expandió rápidamente en Asia durante los siglos I y II de nuestra era, un fenómeno mucho menos conocido que el que tuvo lugar dentro del orbe romano.
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