Patricia García-Montón González
La inauguración de la sala del Greco en 1920 no fue un hecho aislado en la historia del Museo del Prado, ni un capricho de su entonces director, Aureliano de Beruete.
Pero El Greco en el Prado de principios del siglo XX fue mucho más que una sala:
llenó las páginas de la incipiente historiografía nacional que le estaba redescubriendo;
su sala formó parte de un proyecto para sistematizar las colecciones con el fin de contar una historia de la pintura española; la adquisición de sus cuadros estuvo entre las prioridades del Patronato; y la prensa apenas podía apartar la vista de sus obras más enigmáticas. El caballero de la mano en el pecho pronto competiría en fama con Velázquez, Goya o Tiziano, hasta el punto de que hoy sigue siendo uno de los iconos del museo.
The opening of the Greco’s room in 1920 wasn’t an isolated fact in the history of the Prado Museum, or a whim from its then Director Aureliano de Beruete. But the Greco was at the Prado of the beginnings of the 20th century much more than a room:
he filled the pages of the incipient national historiography that was rediscovering him; his room was part of a project for systematize the collections in order to tell a history of Spanish painting; the acquisition of his paintings was among the priorities of the Royal Board of Trustees; and the press hardly could took away from his most enigmatic works. The Nobleman with his Hand on his Chest suddenly would compete in fame with Velázquez, Goya and Titian, up to the point that today it remains one of the icons of the museum.
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