Descubrir que la fuente del poder no emana de lo eterno, de lo inmutable, de lo idéntico, sino que emana del devenir, de lo múltiple, de lo cambiante, hace que los procesos de legitimación, ya no dependan de verdades universales, sino de tensiones de fuerzas que necesitan afirmarse entre sí. Ser consciente de este giro genealógico implicaría entender que una fuerza no puede ejercer su poder si ha eliminado el poder de las demás. Por lo tanto, la negación del contrario (contradicción), que ha impregnado las lógicas revolucionarias de inspiración dialéctica, nos ha llevado al fracaso de los intentos de liberación.
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