Ideólogo prolífico, trabajador empedernido, unificador carismático, Mehdi Ben Barka no podía desaparecer tan fácilmente. Al menos, no en las conciencias de generaciones de militantes. La muerte del opositor marroquí no podía borrar la vida de una figura fundamental e intachable del movimiento antiimperialista, víctima de uno de los crímenes políticos más significativos del siglo XX.
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