A Felipe el Hermoso se lo cargaron en Burgos. Juana la Loca no estaba loca, y muchísimo menos de amor. Isabel la Católica no era ni de lejos una santa. Su reinado fue ilegítimo, traicionó a su reino con una boda secreta y a su alrededor, sus enemigos caían como moscas envenenadas. Su propio hermanastro, Enrique IV de Castilla, murió convencido de que sus católicas altezas Isabel y Fernando, Tanto Monta, Monta Tanto, le habían dado ponzoña para robarle el trono.
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