"Ten mucho cuidado", me recomendaba el autor de aquel correo electrónico, "se ha montado un escándalo con lo de wikileaks. Las agencias de prensa advierten de que crece la indignación entre los musulmanes. Te has metido en el epicentro de una ola de crisitianofobia". Cerré la página web y miré en derredor. Los abundantes usuarios de aquel cibercafé en pleno Kurdistán iraquí no me prestaban la más mínima atención, enfrascados como estaban en sus videojuegos. ¿Wiki qué?, me pregunté extrañado. Salí afuera. La populosa ciudad de Erbil hervía de actividad. Un grupo de curiosos rodeaba mi motocicleta con matrícula española. Uno de ellos se había subido para que le fotografiasen. A ninguno parecía importarle lo más mínimo que del retrovisor colgara un sencillo crucifijo. Ningún musulmán de los muchos con los que me relacioné durante los siguientes días me comentó nunca nada sobre algo llamado wikileaks.
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