Si la lucha contra la delincuencia organizada requiere en general de un elevado grado de cooperación entre los estados, en el caso de la Unión Europea, con un espacio interior sin fronteras para casi todo, esto resulta insoslayable. Los estados miembros, conscientes de ello, han hecho esfuerzos por avanzar juntos en esta lucha. La creación de nuevas herramientas de cooperación y el uso de organismos autónomos como las agencias han sido pasos importantes, pero están lejos de ser suficientes. Para progresar en este sentido, es imprescindible superar el recelo derivado de la defensa de una soberanía hoy en día más imaginaria que real y, sobre todo, es necesaria una mayor armonización de estándares de seguridad, protección de derechos fundamentales y garantías del Estado de derecho que permitan un mayor grado de confianza mutua, imprescindible para una acción conjunta más eficaz contra este tipo de delincuencia.
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