La intervención de Bruselas ante el nuevo Gobierno polaco constituye un toque de atención en el Viejo Continente ante el auge de las formaciones de extrema derecha, que han escalado posiciones como la espuma. En Varsovia y en Budapest, fuerzas ultras están al frente de sus respectivos Ejecutivos, mientras que en Finlandia, Suecia, Noruega o Dinamarca, sus hermanos ideológicos se han convertido en casi determinantes. En la vecina Francia, el Frente Nacional conseguía ser la fuerza más votada en las recientes elecciones regionales, aunque fue frenado en la segunda vuelta.
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