Barcelona, España
La acción colectiva en las calles lleva dos siglos siendo motivo de desasosiego no solo en tanto que problema guberna-tivo, sino también, y por la despersonalización atribuida a quienes la protagonizaban, como desacato frontal a la hege-monía del sujeto responsable y autónomo en que se asentaba el proyecto político de la modernidad capitalista. Es co-mo reacción ideológica de la burguesía ante la amenaza de las turbas que se postula desde finales del XIX la existencia del público como personaje colectivo opuesto, distinto y superior a las muchedumbres compactas, puesto que no se fundamenta como estas en la fusión de sus componentes, sino en la deliberación y el consenso entre personas particu-lares que no renuncian a su singularidad. Reinterpretando sus orígenes ilustrados, el público vino a ser promocionado como conjunción de sujetos autoconscientes y diferenciados que, a diferencia de las masas, actuaba mediante la circu-lación y debate a distancia de juicios fundamentados. Es el regreso de ese viejo objetivo liberal de sustitución de las masas populares por públicos burgueses lo que se adivina animando ciertas teorías a propósito de los nuevos movi-mientos sociales, en buena medida orientados a restablecer al individuo debidamente informado de virtudes cívicas como centro de la organización política de la sociedad.
Collective action in the streets has been a source of unrest for two centuries not only as a problem for governing, but also for the depersonalization attributed to its main protagonists, as blatant contempt for the hegemony of the responsi-ble and autonomous individual, that underpinned the political project of the capitalist modernity. It seems an ideological reaction of the bourgeoisie, faced with the threat of the mob, which since the late nineteenth century positioned itself as the existence of the public as a contrary collective character, different and superior to the compacted crowds since, unlike the mass, it is not founded in the merging of its components but rather in the deliberation and consensus among particular individuals who do not renounce their uniqueness. Reinterpreting their illustrious origins, the public turns out to be endorsed as a combination of differentiated and self-conscious subjects that, unlike the masses, acted by means of exchange and debate, removed from grounded judgments. It is the return of this old liberal goal of replacing popular masses by bourgeois public that can be surmised as encouraging certain theories about the new social movements, largely aimed at restoring the individual, duly informed of civic virtues, as the core of the political organization of society.
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