La voluntad reformista con que asumió Michelle Bachelet en marzo de 2014 se vio pronto desdibujada. Al caso de tráfico de influencias que afectó a su hijo y debilitó la institución presidencial, se suma la resistencia conservadora incluso dentro de la alianza gobernante. En ese marco, las discusiones sobre el carácter desigual y primario-exportador de la economía chilena marcan una agenda en la que resta mucho por concretar y donde el reemplazo de la heredada y varias veces reformada Constitución del pinochetismo aparece como una tarea tan postergada como imprescindible para el progresismo.
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