Las elecciones generales irlandesas del pasado 26 de febrero tuvieron lugar en un contexto marcado por el resurgimiento de dos demonios muy conocidos por la población: una nueva burbuja inmobiliaria que va aumentando y el control de la prensa por parte de las grandes fortunas del país, comenzando por el multimillonario Denis O�Brien, a quien las acusaciones de censura apenas le asustan.
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