El espacio europeo de libertad del que disfrutamos hoy es un elemento clave de la ciudadanía europea y también, muy especialmente, del espacio económico común. La Unión Europea incorporó en 1998 en sus tratados el derecho a la libre circulación de personas. El Acuerdo de Schengen, firmado en 1985 (entró en vigor en 1995), permitió a los Estados europeos desmantelar las fronteras entre los Estados signatarios en 1995, garantizando así el libre tránsito dentro del espacio interior. Gran Bretaña optó por quedar fuera del espacio de libre circulación, aunque sí participa de otras ventajas del sistema. Otros Estados no miembros de la Unión Europea (Noruega, Islandia y Suiza) quisieron ser parte del Acuerdo. Los ciudadanos de la Unión Europea y sus familias obtuvieron el derecho de establecer libremente la residencia (aun con condiciones) en otro Estado miembro distinto del de origen.
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