Los habitantes de los antiguos pueblos mesoamericanos seguramente quedarían perplejos y a la vez se sentirían orgullosos si pudieran constatar que en el presente el consumo de una de las plantas más usadas y apreciadas por ellos, el amaranto, sigue siendo del gusto de la gente por su sabor y gran cantidad de nutrimentos; además de orgullosos al observar que sus técnicas agrícolas contribuyen a aliviar la malnutrición y la pobreza de sus descendientes.
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