La posmodernidad es el momento histórico en el que el metarrelato de la comunicación presenta un mayor poder de atracción que las tradicionales narrativas de la modernidad (la Ilustración, Dios o las ideologías). En este sentido, el auge de las tecnologías del espíritu a partir de la segunda mitad del siglo XX ha enfatizado la importancia de los fenómenos comunicativos, claves para la configuración y análisis de las diferentes áreas del mundo social (desde la política, a la medicina, educación o relaciones personales). En este contexto, ¿cuál sería un marco epistemológico valedero para el análisis de un fenómeno, la comunicación, que, hoy más que nunca, se ha consolidado como el rasgo ontológico constitutivo de lo social y lo humano? Debido a la propia complejidad y a la eclosión de los rituales y flujos simbólicos, la concepción de la comunicación como acción ritualística y crítica parece una acertada vía de análisis en la era posmoderna. Se trata de la concepción alternativa al modelo materialista de la comunicación, en la que ésta es, más que construcción simbólica, transmisión desde un emisor a un rec eptor. Estas son las dos visiones del fenómeno comunicativo que han dominado el campo comunicológico desde principios del siglo XX, visiones que son herederas del legado filosófico universal representado por las figuras de Platón, Aristóteles, Vico y Descartes.
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