La mayoría de los amantes del rock ven las fotografías de sus ídolos con la fascinación propia del misticismo que les rodea. Sucede especialmente con aquellos que han fallecido, o aquellos que tuvieron una fructífera carrera en épocas pasadas y ahora ven sus años gloriosos capturados en imágenes. La fotografía, a pesar de su condición inmóvil, tiene el poder de atrapar el incesante fluir del tiempo para la eternidad. No hay nada más susceptible a ser inmortalizado que todas esas estrellas del rock de los setenta, ochenta o incluso de los noventa, que hoy tal vez no están con nosotros o, simplemente, no disfrutan de la juventud de antaño, pero cuya prosperidad vivirá siempre a través de esas fotografías.
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