Se propuso la puesta en marcha de trabajos públicos en la primera mitad de la década de los años treinta, por los padres fundadores de la escuela de economía de Chicago y por John Maynard Keynes en Inglaterra para combatir el desempleo y sobreponerse a la Gran Depresión. Frente a la rigidez de los precios de mercado y la impotencia de la política monetaria, la política fiscal contra cíclica pasó a ser vista como una estrategia viable y capaz de atenuar las fases del ciclo económico. Se renuncia al uso de este tipo de incentivos fiscales a finales de la década, tanto los economistas de Chicago como Keynes. Los economistas de Chicago centraron su rechazo en el potencial inflacionario de la política fiscal expansiva y enfocaron sus preocupaciones hacia los aspectos monetarios de la política fiscal.
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