Las presiones ejercidas sobre el área agrícola socavan la capacidad de la naturaleza para suplir las demandas humanas en cuanto a alimentos, fibras y energía. La tragedia es que la población depende de los servicios ecológicos (ciclos de agua, polinizadores, suelos fértiles, clima, etc.) que la agricultura intensiva continuamente empuja más allá de sus límites.
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