La Unión Europea (UE) es un objeto político sin equivalente en el mundo. Entre otras características, combina dispositivos muy potentes con elementos de fragilidad. Y eso, en parte, debido a su carácter inacabado, es decir, a la tensión estructural –y deseada como tal por el Tratado de Roma de 1957– entre dos lógicas institucionales, una federal y otra intergubernamental, en una relación de fuerzas entre ellas que varía según la coyuntura.
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