Pasada la última Feria del Libro en Bogotá, efectuada en el mes de octubre, nos quedó en el ánimo un sentimiento de contrariedad que habrá de durarnos mucho tiempo. Es el caso que algunos libreros de nuevo dieron en la flor de ofender a los libreros de viejo durante aquella feria en forma que no habíamos llegado a imaginar. Pasemos por alto el que unos cuantos organizadores del certamen se opusieran a que sus menospreciados colegas exhibiesen también su mercancía, así fuera en apartado sitio de la plaza, como quien huye de leprosos.
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