La década de los cincuentas registra la consagración de Eduardo Caballero Calderón (1910) como novelista. El hidalgo de "Tipacoque" -nombre de la hacienda de Boyacá donde queda su casa solariega- se había mostrado hasta entonces como el más cabal ensayista colombiano y, por tanto, como el digno sucesor del maestro Baldomero Sanín Cano. Pero a partir de 1952, cuando publica El Cristo de espaldas, Caballero demuestra fehacientemente que también en él hay madera de novelista. Y nos brinda entonces esa extraña mezcla de trama 'policíaca, de intrigas políticas y de horrores -entre dostoieskianos y goyescos-, que constituyen los hilos siniestros con que está maestramente tejida su novela.
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