En Colombia, como en ninguno de los países latinoamericanos, donde quiera vemos contemplamos ciudades.Esto es tan cierto como su contrario: que el campo está solo y, sobre todo, que el campesino sigue siendo mera alma rural, agreste y primigenia.Sería, sin embargo, lamentable que esta afirmación se tomara por su lado abrupto, es decir, como suceso simplemente estadístico.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados