No sé hasta dónde tendría que avanzar mi memoria para recordar el momento en que, por vez primera, me fue dado acercarme a los poemas de Vicente Aleixandre. Supongo que ha debido ser en cierta colección de poetas españoles que seguramente cumplía el oficio de revelarnos, con prisa, la entrada a un mundo que de inmediato se torna inolvidable.
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