Quizás el estilo -diferente y único- ya no sea una virtud del escritor, sino un pecado conceptual, cuya absolución esté reservada a los miembros de la academia, que -también- en su época, cuando tenían mocedad y tiempo para ello, insurgieron como facciosos del lenguaje y lanzaron su proclama de guerra a muerte contra las formas caducas.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados