Las epidemias de viruela de Lima y Santafé a principios del siglo preocuparon grandemente a los gobernantes españoles y en vista de la descripción hecha por el ministro de Gracia y Justicia, José Antonio Caballero, el Rey decidió organizar una expedición que trajera el virus de la vacuna a América, embarcando "un competente número de jóvenes que no hubieran padecido la viruela; y bajo la conducta de profesores inteligentes que fuesen pasando de brazo en brazo la vacuna hasta ponerla en las costas de América y, desde ellas comunicarla al interior de sus provincias".
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