Cuando se intente hablar del episodio lírico del Piedracelismo -su estricto perímetro literario es ese- hay que partir de una realidad que a su vez implica por sí misma una aclaración crítica: la de que el Piedracelismo nació pura, sencilla y editorialmente como un hecho sin preparación ni precedencia orgánica, sin propósito ni programa, o para hablar en el dialecto adecuado, sin manifiesto de escuela, de institución objetivamente organizada.
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