Día y medio después de que desaparecieron en la oscuridad de la noche las luces de Panamá, penetramos con el alba en la tranquila bahía de Buenaventura que está bordeada de bosques de mangle. Solo muy de vez en cuando se ve un claro con un rancho en el mar verde que se extiende detrás de la faja de mangle; todo lo demás es selva.
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