Visión tairona en la Ciudad Perdida. El Naoma baja el rostro del cielo. Tiene amarillentas y afiladas las facciones de tanto ayuno; y en los ojos hundidos y cansados, la vigilia de muchas noches mirando las estrellas: en su conjunción, en su parpadeo e intensidad, en las líneas imaginarias que las unen, en aquellas que repentinamente inician un desplazamiento y luego se apagan trata de desentrañar un mensaje.
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