En una playa de Antíbes -enérgico vaho de limoneros, de crustáceos, de fúlgidos peces entre el cobre solar- aparece Pablo Picasso. Sólido él, prieto de sí mismo, grave y concentrado, con su sólida arquitectura de toro bravo, de toro de lidia español, de toro altamirense que trae enredados en sus cuernos los primarios racimos atesorados en la caverna. Corajuda la vida de este hombre. Un primitivo peligroso. Ojos saltones, desafiantes, inquisitivos...
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