Más que de su majestuoso teatro, Epidauro será siempre un recuerdo del verde. Del verde en todas sus matices y en todas sus coloraciones. Los árboles, los pequeños bosques, los prados, con su temperatura delicada y con su atmósfera feliz. Para llegar a la gran baraja de piedra, cruzamos un sendero que nos acoge como una verde matriz plena de fragancia y me siento flotar en las aguas amnióticas del olvido.
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