Cuando estaba hilando el proceso de unos penosos días en Atenas, y cuando difícilmente encontraba la manera de continuar esta suerte de parcial confesión, que es casi siempre todo trabajo en el que interviene el arte, a sí sea en mínima forma, me llegó una tarjeta a los correos con un dibujo muy académico y religioso, que representa la visita de san Corentin a San Primel, dos celestes personalidades de las que no tenía la menor referencia.
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