Hemos regresado después de una semana realmente mágica en Salamanca. Yo me sentí viviendo, otra vez, antiguos días de juventud, de iluminación y de delirio: en el sentido de vivir la vida como más de prisa en alegría, ilusión y belleza. En el sentido de recordar y descubrir a un tiempo. La ciudad de piedra dorada, como caída de la luna, a la que yo amo tanto, estaba en la plenitud de su vida universitaria.
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