En lo general los clásicos castellanos invitan a la soledad y a la contemplación mística. Cuando se sume uno en la lectura de Teresa o de los Luises, ¿no es verdad que place hacerlo lejos del mundo, en un lugar apacible y sereno, en una casa amplia y solariega en la que las horas, -marcadas por un reloj viejo-, van cayendo en la sensibilidad lentamente, casi sin ser notadas, extrahumanas, sin que dejen en el espíritu más que una vaga noción de tiempo y lugar?
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