La literatura destinada a los niños, generalmente, no ha sido hasta el momento tratada con el debido tacto entre nosotros. Los cuentos de Calleja, en los diminutos libritos que nos venían de España y que conocimos a centavo el ejemplar, con sus acertijos, charadas y cuentos baturros, alimentó por muchos años la avidez de los pequeños que apenas empezaban a leer de corrido querian descubrir el misterio de la letra impresa.
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