La tradición del retrato en la literatura española puede remontarse a los siglos XIII y XIV; en el siglo de oro aún pervive y muchas veces se convierte en portavoz de la sátira o la parodia. Acaso quien más practicó el retrato en esta época fue Quevedo; en sus manos, con frecuencia, el personaje descrito adquiere las características que Horacio censuraba. En prosa y verso, Quevedo pone en juego su destreza para ‘pintar’ caracteres. En el presente trabajo se realiza un análisis de este recurso literario usado por Quevedo en el Buscón, poniendo nuestro interés en las figuras femeninas que aparecen en la novela.
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