Los sucesivos gobiernos liberales de principios del siglo XIX fueron sensibles a las premisas heredadas del pensamiento ilustrado de que la enseñanza constituye el mecanismo de regeneración económica y social del país. Este ideario educativo se plasmó en la CE de 1812 al consagrar los principios de educación libre, uniforme, pública y gratuita, apareciendo la tradición progresista que ha permanecido inalterada hasta nuestros días que hará de la educación uno de los principales campos de batalla de las fueras políticas del país. La realización efectiva de dicho ideario fue evolucionando paulatinamente a lo largo de la historia como consecuencia de las tensiones propias de las ideologías liberales progresistas y conservadoras entre sí y de los avatares propios de las relaciones Iglesias Estado de aquella época.
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