El gobierno de Alejandro Heredia en Tucumán (1832-1838) recibió una considerable atención historiográfica por su rol clave dentro del orden rosista. Su ascenso al poder se consolidó a partir de su triple reelección como gobernador tucumano, ejerciendo además un protectorado sobre las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca. Aspectos poco abordados de su gobierno, muestran sin embargo las grietas de su poder al señalar los canales, en ocasiones ocultos, por los que se encauzaba la oposición política. Pese a su activa política de control sobre espacios como la legislatura, e incluso sobre rumores y libelos, el mandatario tucumano no consiguió sin embargo desarticular las redes opositoras.
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