Los tipos de la infección dentaria se reducen a dos patrones fundamentales: la infección de origen propiamente dentario, y aquella de origen paradentario con numerosísimas variedades dentro de cada patrón fundamental. No hay que olvidar jamás que el diente siempre, bajo toda circunstancia, es un órgano vivo y debe tratarse de la misma manera que la piel, peritoneo, o una articulación. Los dentistas suelen matar el diente con precipitación; al sacar el nervio, sacan la arteria central nutricia y, dado que la nutrición secundaria por aporte sanguíneo mediante los vasos accesorios no basta, matan el diente y lo transforman en secuestro. Es fundamental la importancia de la infección residual, aquella que queda en los restos de amígdalas incompletamente enucleadas o en el hueso del maxilar después de la extracción defectuosa de un foco infectivo dentario.
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