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Algo sobre incrustaciones de oro.

  • Autores: Eduardo Díez
  • Localización: La Odontología: Revista mensual de cirugía y prótesis dental, ISSN 0212-8128, Vol. 38, Nº. 6 (JUN), 1929, págs. 265-268
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La incrustación, por minúscula que sea, lleva consigo todas las condiciones que el éxito demanda: primero, gracias a la gran compacidad del oro, cuyo aglomerado, obtenido por fusión, la logra infinitamente mayor que el condensado a martillo; segundo, mediante una ligazón íntima del oro con la cavidad por medio del cemento que tenazmente la retiene, a la vez que aísla la dentina de las impresiones y agentes exteriores. Las principales dificultades que limitan su fractura son la impresión y la retención. La primera se obtiene de manera exacta lubrificando apenas la cavidad, y si se ha hecho en exceso limpiándola un par de veces con un algodón seco. Ablandando la cera de las impresiones en agua caliente, en vez de hacerlo a la llama, no hay necesidad de lubrificar la cavidad. La retención se logra con pequeñísimas estrías o mateando la superficie adherente de la incrustación; cuando ésta es profunda, por estrecha que sea, no se despega fácilmente, aparte de que cabe hacerle buenos agarres. El autor nunca ha sido partidario de las perniciosas coronas fenestradas, que considera el medio de sujeción de un puente más disparatado y más en contra de las leyes físicas y químicas de la restauración artificial en odontología.


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