No es justo aplicar en Ortodoncia el criterio general de la medicina de intervenir en cuanto se inicia una desviación del organismo, porque la maloclusión es una anomalía y no una enfermedad, y las circunstancias de cronología eruptiva condicionan aquel axioma médico. Existen, en el campo general de la dentistería, dos criterios: el de los odontólogos que aconsejan esperar la evolución completa de los permanentes, y el de los ortodoncistas, que adoctrinan empezar inmediatamente apenas se inicia una maloclusión: el primero es claramente erróneo, y el segundo no lo comparto. Ciertas manifestaciones de la estructura ósea y la cuestión de la estética dentaria deben subordinarse a las exigencias de la época de erupción. Mi experiencia clínica me dicta que, sopesados los pros y los contras, la mejor época está comprendida entre los ocho años y medio y los nueve años y medio. En esta prudencial edad puede decirse que el ortodoncista no va a intervenir ante una anomalía que presume o supone (cinco años) o ante una anomalía real y efectiva (de trece a quince años), sino ante una entidad que está en camino de prevenirse.
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