Un 75 por 100 de las cauterizaciones arsenicales, si no todas, se hacen por hábito más que por necesidad, lo que acarrea muchos males a la profesión y a los clientes. Tan acostumbrados estamos que lo primero que hacemos cuando nos encontramos con un diente cuya pulpa debe extirparse es desproveer la cavidad de las partículas alimenticias y aplicarle el clásico algodón arsenical, olvidando que hay otros medios de insensibilización tan eficaces como éste y privados de sus inconvenientes. Un diente tratado por el arsénico está más expuesto a una descoloración que puede variar desde un tinte sonrosado hasta el completo oscurecimiento de él. También la periodontitis es constante compañera de las aplicaciones arsenicales, y ésta puede ser simple o aguda y a veces crónica.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados