La manifestación morbosa más importante es la necrosis de los maxilares, hoy considerada como osteitis infecciosa, cuya puerta de entrada es el espacio alveolo-dentario puesto al descubierto por una herida operatoria o por una caries penetrante. El fósforo interviene en el desarrollo de esta dolencia mediante la acidificación de la saliva, retardando la cicatrización de los tejidos y auxiliando a la predisposición general y creando la receptividad del organismo.
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